Para situarnos, las cookies de terceros, son archivos creados por el propio sitio web, en el que se almacenan grandes cantidades de datos. Su principal objetivo es identificar y trazar la actividad del usuario, almacenando toda la información posible sobre su actividad en un sitio web específico. De esta manera, el usuario recibe un contenido singular acorde a su demografía, idioma, gustos, intereses y hábitos.
En otras palabras: cuando un usuario visita una página web por primera vez, el navegador guarda una cookie con un poco de información sobre él. Si el usuario vuelve a entrar a la misma página tiempo después, el servidor pedirá la misma cookie para configurar y personalizar la web según las características, perfil e intereses del usuario. Todos estos datos permiten a los anunciantes adecuarse mejor a los intereses de los clientes y, por lo tanto, las cookies funcionan en su beneficio, haciendo la experiencia de usuario más eficaz, eficiente y efectiva.
En lugar de entrar en pánico, pensemos en el uso de todas las herramientas disponibles que tenemos para conocer realmente a nuestros clientes. Una buena manera de hacerlo es crear un plan que incluya un enfoque en la diversificación del 1st party data (datos que la marca obtiene de primera mano, es decir, aquella información que recopila a través de sus propias fuentes, como su página web, las redes sociales, el CRM, etc.) e incluir datos de Email, ID de dispositivo, SMS, mensajería, datos offline y otros. Es decir, recoger cuanta más data mejor y aprender todo lo que podamos de nuestro cliente ahora que podemos.
«Ahora, los especialistas en marketing debemos comenzar a aprovechar los datos de origen y cambiar nuestras estrategias basadas en cookies a otras basadas en la identidad».